JMiur [E]






Un señor con una media rota


Un señor con una media rota es un señor, pero chiquito, un señorcito, un pobrecito, un nadie, pensaba Sebastián mientras se miraba aquel agujero justo en el talón. Un hermoso círculo en la tela negra. No había caso, por más que buscaba, no tenía ningún otro par, todos estaban mojados y no iba a salir a la calle con medias húmedas a menos que quisiera pescarse una pulmonía.



Pito catalán


Pito catalán, con los dedos extendidos y el pulgar en la nariz. Pito catalán y siguió caminando hasta doblar la esquina, como todos los días. Ella le sonrió, pero claro, cuando estuvo segura que él ya no podía verlla. Le sonrió, cruzó la verja y entró en la casa, como todos los días.



Destinos


La gente observa los canarios en sus jaulas y tal vez sienten que una parte de ellos está allí, prisionera entre esos barrotes. Sienten la tentación de abrirles la puerta y dejarlos libres, pero jamás lo hacen. Saben que el pájaro se confundiría frente a tanto espacio y terminaría escapando por la ventana, para gozar de un instante fugaz de libertad, antes de terminar muerto de hambre o por el hambre de algún gato callejero. La gente es así.



Una alegoría


Hace tanto que no llueve, que las macetas se quiebran de sólo tocarlas, desparramándose por el piso en un montón de terrones de tierra fina, casi blanca, tan etérea como el polen de las flores. Claro que ya tampoco hay flores, porque las plantas se han secado, transformándose en tallos raquíticos y hojas tan transparentes que podría verse a través de ellas.



Una explicación como cualquier otra


Quisiera explicarlo de otra manera pero no sé cómo. El hombre apenas me rozó pero enseguida sentí su rechazo, ese salto hacia el costado, ese impulso incontrolable de apartarse, de evitarme, aún a riesgo de tropezar tal y como lo hizo, golpeándose contra la pared para luego alejarse entre maldiciones y casi inaudibles quejidos. Lo cuento pero, no puedo explicarlo.



Viento del sur


Fue una discusión trivial, un cambio de palabras intrascendentes que, gracias al alcohol y a un gesto de fastidio, se transformó en una acusación, en un grito y en un golpe que tiró a uno sobre el otro y los hizo rodar por el piso hasta que una cabeza se estrelló contra la pata del sillón y un hombre quedó tendido de espaldas con el otro sobre él, asustado y aún jadeando.



Sin preguntas


El Rector era un hombre duro, de modales ampulosos y bigote negro y espeso. Vestía siempre de oscuro, zapatos recién lustrados, traje impecable y corbata haciendo juego, sombrero de ala ancha y bastón en las grandes ocasiones en que debía recibir a alguna personalidad importante o simplemente se sentía con ganas de mostrarse ante los demás.



Historia de un toro y una primavera


Toro soy. Cielo azul. La brisa soplando, erizando el pelo de mi lomo, haciéndome cosquillas en el morro siempre húmedo. Juegos. Sueños. Una rápida corrida embistiendo un arbusto cualquiera. Frenar de golpe, resoplar y pasar rozándolo, apenas agitando las hojas amargas, arrojando pedazos de tierra a su lado. Correr y frenar, correr y seguir. Seguir hasta que el sol se esconde tras las colinas y la luna empieza a dibujarse sobre la superficie cristalina del pozo de agua.



Un recuerdo para Tía Ana


La primera vez que Tía Ana habló de la fiesta fue un lunes a la noche cuando apenas habíamos terminado de cenar y los grandes charlaban de cosas aburridas, mientras los chicos jugábamos en el patiecito, tratando de no hacer mucho ruido. Mamá le preguntó de qué estaba hablando y Alex se rió en silencio, cosa que hacia cada vez que Tía Ana decía algo aunque, en realidad, ella sólo había hecho una pregunta:



La cita


Una mueca de disgusto. Los labios fruncidos y levemente curvados. Los ojos celestes, entrecerrados, turbios. La cabeza balanceándose de uno a otro lado sin encontrar la posición correcta. El cabello, una madeja enmarañada que volaba tenuemente, empujado por las eventuales ráfagas del ventilador. El cuello fino y blanco. El cuerpo oculto por esa masa informe de la tela aún virgen. Todo eso le mostraba el espejo. Un primer plano de ella, intentando imaginar lo que sería aquel vestido que aún no era más que un deseo prendido con alfileres.



Un amor de espuma


Sobre las sirenas es mucho lo que se ha dicho, algunas cosas son ciertas, otras son falsas, pero la verdad es que ninguna de ellas es capaz de develar un misterio tan profundo y tan antiguo como la propia existencia de los hombres. Poco importa conocer esos secretos, bastan la imaginación, una poco de poesía y un leve toque de locura para entender sus vidas y ponerlas en palabras; eso, que es lo único que es capaz de entender la gente común.



Y fue todo rosa, mamá


Digamos que fue casi al mismo tiempo. Como un timbre. Apretar. Cerrar los ojos. ¡Ring! Y todo fue rosa, mamá. Era un flamenco hermoso, las patas, como alfileres adornados por brillantes perlas de agua, las plumas volando asustadas, el cuello cimbreante y ágil, el pico corvo abriéndose y cerrándose lentamente.



Después de la fiesta


Era un desastre, todas desordenadas y tiradas por el suelo, hasta había algunas rotas. Una pena, una verdadera pena. Mamá movió la cabeza de un lado a otro en señal de resignación, parecía una lechuza, sólo le faltaba el árbol.



Sentimental


La primera vez lo había hecho casi sin pensarlo, maquinalmente, como una de esas tantas otras cosas sobre las que se toma conciencia mucho tiempo después, cuando los resultados se hacen demasiado evidentes.



La bufanda verde


Toda su vida, el señor Obdulio había ambicionado una bufanda verde y ahora, después de tantos años de sacrificada espera, estaba a punto de conseguirla. Con ese paso tranquilo y a la vez rápido que lo caracterizaba, entró en el negocio de la esquina de su casa.



La voz del pozo


Cada nuevo paso era un nuevo montón de hojas secas que crujían a sus pies, desplegando el manto de la inmensa alfombra verde y amarilla de ese suelo levemente mórbido. El otoño aún seguía desparramando su cabellera vegetal sobre su cabeza gacha que permanecía indiferente a esa incesante llovizna.



Un día, quizás


Hubo una vez un mundo en donde todas las criaturas sólo existían para el placer de los ojos y la locura del amor, un mundo sin trampas ni engaños, sin jueces ni jurados, un mundo de interminables sueños.



Quienquiera que sea


Soy hijo de tantos padres que, aún hoy, pese a mi larga experiencia, me asombro frente a lo que considero una paradoja, mi completo equilibrio emocional. Hace mucho que dejó de interesarme desenredar semejante madeja; no sabría decir si fue cuando ya no pude avanzar mucho más o cuando me di cuenta que, aún cuando llegara a una conclusión razonable, no lograría calmar mi sed ni sería feliz, si es que tal cosa pudiera ser posible.



Adiós


Sol. Una nube de un gris casi verde que avanzaba desde el horizonte y apuraba la noche. Alguien dijo que se parecía a un caballero de armadura montado sobre un caballo alado. Ella habló de una especie de Don Quijote, pero él se rió y la besó en la boca con dulzura.



Felipe: Un tributo


Ellos no saben cómo sós vos, Felipe. No saben porque no les interesa, y no les interesa porque creen que no existís. Ellos deberían preguntarme a mi, yo sí sé; pero no lo hacen, son tontos, tontos y presumidos. Yo podría contestarles y explicarles, yo podría hacerles ver cómo son las cosas en realidad pero ya me cansé de esperar, me di por vencido y creo que al final de cuentas, no vale la pena.



Anónimo


Hay algo de locura en la excesiva cordura. Y la peor locura es ver la vida tal como es y no como debería ser. Mucho tiempo había pasado desde aquel día, un año, dos, tal vez más; resultaba difícil calcularlo sin tener algo como referencia. Aun así, ese día significaba algo, algo distinto, un punto de partida para el resto, una unidad con la que medir el pasado y el futuro. Todo, a partir de entonces se debería basar en eso. Podría pensar en antes de ese día, a partir de ese día, después de ese día y ese día se transformaría en algo así como su nacimiento.



Aplausos y sonrisas


Cada pueblo era igual al otro, cada ciudad una copia exacta de alguna otra en alguna otra parte, eternas sucesiones de paisajes y nombres que no decían nada, excepto que el tiempo continuaba su marcha impostergable. Por más que el horizonte se empecinaba en intentar una leve variación, algún detalle descubría la farsa y todo volvía a caer en el regazo de aquella indeleble monotonía.



Esperando


Norte. Este. Sur. Oeste. Norte. Oeste. Sur. Este. Y otra vez más. Sur. Oeste. Norte. Pensar. Y otra vez más, pero para el otro lado. Sur, y se saltea una. Y más lento. Mucho más lento. Y al final quedarse quieto otra vez. En cualquier parte, total, se detenga donde se detenga, podía seguir viendo aquellas dos puertas y le bastaba girar completamente para ver las otras dos.



El barco en la tempestad


La furia de la tormenta era tremenda, el viento soplaba sobre sus cabeza y les hacía chocar unas contra otras, golpearse contra los bordes de su embarcación y sacudirse como espigas de trigo mecidas por un huracán. De pronto, apareció una piedra en el medio del canal y el barco comenzó a dar vueltas; la proa y la popa giraron enloquecidas cambiando de posición.



El juego


Respiraba hondo, con la boca abierta, tragándose hasta los muebles en cada bocanada. Miró a su alrededor, las paredes desnudas y casi grises, el piso encerado, ese olor tan atrayente y tan repulsivo de la cera reciente. El corazón se le iba, las piernas parecían flotar en un mar infestado de algas. Se dejó llevar por el aire húmedo. La voz de su hijo lo devolvió un poco a la habitación en donde estaba.



Control parental


Hola nena, acá estoy ¿viste? te encontré y eso que me decías, "no, vieja no, esto de las internetes no es para vos" Juajuajua. Pero llegué. No te voy a decir que fue fácil pero llegué. Estoy usando tu computadora. No te enojes. Pero lo hice con cuidado. Lo llamé a tu tio Pepe y él me explicó, ahora le debo un almuerzo. Este domingo viene a comer ravioles, UFA! Jajajaja. Menos mal que nadie lee esto que sino ...



Pájaros prohibidos


Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.



No sé cuál es cuál


Ellos tienen miedo porque yo también lo tengo y me imaginé que buscaba dos fotografías que no me atreví a buscar pero que, seguramente estan allí, en alguna parte. En ambas hay un niño muerto.


En primera persona del singular


Si voy a empezar un blog nuevo se me presentan múltiples alternativas, tantas, que termino por marearme. No se mucho de esto pero me gusta la idea; veo otros, veo chirimbolos, veo cositas que se mueven ...




 
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